EL DEL MEDIO DE LOS PANERO [Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero]

martes, 7 de abril de 2015

NARCISO. MODESTO. Y EL AMOR PROPIO.

Gsús Bonilla, para Bebiendo versos

Cabecera de la bitácora Bebiendo Versos

En los tiempos del rigor y el análisis tiene su aquél meterse en el berenjenal de las  ocurrencias. De manera que afrontar un nuevo paisaje sobre la figura de Leopoldo María Panero es penetrar en un atolladero del que uno no sabe bien cómo va a salir. Tampoco es que me importe mucho. Escribes con el único propósito de ser fiel a ti mismo y volver a habitar tu pequeño espacio de libertad absoluta. Tengo idealizada a la poesía —que podría extrapolar al campo narrativo— como un lugar o espacio libre, en el que el individuo obra, o no, según su inteligencia o antojo. Esta afirmación no es nueva, solo es una conclusión simplista que nace después de pasar varias horas, durante semanas, frente al estante de la sección de poesía en una biblioteca pública cualquiera. Una vez encontré un libro de mística allí, mal ubicado. En una de sus solapas estaba escrito: No busques. Aquello que es, es. Detente y mira. Dicho lo cual, tampoco trato de engañar a nadie, ni engañarme a mí mismo. Así pues, otra verdad sería, que en esta nueva propuesta abordé la figura, la vida y obra, de Leopoldo María Panero desde el absoluto desconocimiento, más allá de algún que otro poema que pude leer en estos últimos años, y más por curiosidad que por convencimiento. A decir verdad, siempre fue un poeta que me atrajo más bien poco. Personalmente me es muy difícil tener cierta empatía por aquellos que su proyecto personal, sea del ámbito que sea, esté por encima de todo lo demás. Si acaso, de vez en cuando, te queda reírles las gracias, y a veces de mala gana. En el mundo de la poesía la figura del egoísta moral, tiene mucho recorrido y no dejan de ser curiosos los personajes, a veces sobreactuaciones de sí mismos, que habitan en él. Respetables, por supuesto, pero nada más. Por tanto, Leopoldo María Panero lo que sí me ofrece es una serie de guiños y ganchos para afrontar el derrotero del humor y la ironía (para mi regocijo), con una idea de juego y diversión, para puro disfrute de uno mismo, en un momento complejo de mi vida personal. Una de las conclusiones que podríamos sacar de este autor es la de que era un enfermo diagnosticado y tratado por la Psiquiatría, sí, pero también la de un enfermo de literatura —también diagnosticado—; aunque a diferencia de su mal físico, en este otro mal de espíritu, lo que se atisba es que tuvo un tratamiento diseñado y personalizado por todo aquello que rodea al mundo de la literatura, donde hay mucho de fingimiento, de hipocresía y engaño, y todos estos elementos tienen que ver mucho con la ficción y El del medio de los Panero [Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero], entre otras cosas, es un libro de ficción. Y la ficción solo es eso: Ficción.

Pero no sólo de ficción malsevive en la lectura. El libro se compone de tres partes, si bien la dos primeras tienen que ver con la casualidad y la ficción, la tercera no tiene nada que ver con la improvisación y es la más premeditada de las tres, a la hora  de confeccionar el libro, cuyo eje principal iba a ser Leopoldo María Panero. Había un “exceso” de irrealidad en todo, y ciertamente me parecía un cambio muy drástico en comparación con mis anteriores propuestas literarias. El libro, su parte central, está ideada en supuestos encuentros con Leopoldo María, en ese estado en el que uno trata de conciliar el sueño, por tanto el diálogo que acontece está dotado de imposibles y absurdos, en ocasiones rozando lo delirante. Pensé que no estaría de más darle algo de equilibrio a la propuesta, porque también sería bueno para dar credibilidad a mi personaje; entonces tenía que ofrecer en una de las partes del libro esa veracidad que rodea al mito Leopoldo María Panero y situarlo en contraposición al hecho ficticio, y quería hacerlo con alguien cuya experiencia vital con el autor había sido vivida en primera persona. En un primer momento concebí esta particularidad como una especie de epílogo para cerrar el libro, pero estos procesos creativos son muy enriquecedores cuando los compartes y no los guardas en tu estudio como si fuese el mejor de los tesoros; en esa peripecia de dar a leer a unos y otros tus borradores surgió la idea de por qué en vez de uno, no fuesen varios los que aportasen su punto de vista en esta parte del libro, y además, por qué no hacer que este acontecimiento se apuntalara desde diferentes perspectivas; por tanto, lo que ocurre en este extenso epílogo es que se ha convertido en, como dije, la parte tercera del libro, y, no me cabe duda, que la más importante, cosa que agradezco inmensamente a quienes han colaborado en ella. En la misma se dan cita editores, poetas, creadores, libreros, críticos, periodistas, lectores, amigos personales del poeta, que se suceden entre sí construyendo de esta manera una nueva realidad de Leopoldo María Panero, muy similar a la que todo el mundo ya conoce, pero que en este caso, la diferencia radica en que la mayoría de los/as que proponen este nuevo panorama no sale en ninguna de las biografías o ensayos de los que se hayan podido escribir hasta ahora sobre el poeta. Y esta propuesta literaria se ha agrandado y enriquecido gracias a los autores que en ella han colaborado: Alberto García-Teresa, Alex Portero, Alpasky, Ángel Guinda, Charo Fierro, David González, Elba Martínez, Eloísa Otero, Esteban Gutiérrez Gómez, Felipe Zapico, José Ángel Barrueco, Julio César Álvarez, María Ángeles Maeso, Óscar Ayala, Sor Kampana y Vicente Muñoz Álvarez. Así como la magnífica aportación para la cover de este libro, sobre una instantánea de Leopoldo María Panero en la Plaza de las Palomas de León, obra del fotógrafo leonés José Ramón Vega.

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